miércoles, 1 de noviembre de 2017

Un invierno en Sokcho, Élisa Shua Dusapin





Un invierno en Sokcho representa un ejercicio de arquitectura literaria, de uso de escuadra y cartabón para elaborar un artefacto literario con un resultado aceptable, pero con una estructura mucho más encorsetada de lo que puede parecer. Se parte de una escritura austera, de líneas cortas carentes de adjetivación y centrada en las acciones. Una escritura propia del relato breve que en esta novela se pone al servicio de una narradora en primera persona, pretendidamente lejano y poco dado a la digresión. Con estos materiales se desarrollan capítulos cortos sin saltos temporales, de no más de cuatro páginas sobre escenas anodinas de supermercado, conversaciones breves de la protagonista y cuadros amplios de una ciudad estival vacía sometida a un invierno inclemente.  Un clima frío que contribuye a unas relaciones distantes, pero con restos emocionales.  La configuración parece muy cinematográfica y se puede etiquetar libremente como novela. Finalmente Un invierno en Sokcho resulta algo sugerente, con cierto aire de postmodernidad pero también escasamente innovadora y prescindible, lo que hace difícil comprender  las muy favorables críticas que ha cosechado la obra. Me pregunto si aquellos que escriben, premian y toman el nombre de otros escritores en vano hacen realmente un favor construyendo un relato paralelo para encumbrar, en este caso, a una obra meritoria para una escritora de solo veinticuatro años, pero que no pasa de ser una novela correcta.

Como Un invierno en Sokcho ha recibido el premio Robert Walser he meditado sobre el absurdo en esta obra, más allá de la configuración a base de fotogramas y las esponjosas críticas. La historia entre la protagonista y un turista francés que pasa una temporada en la inhóspita Sokcho es poco convencional e incluso críptica, pero no lleva el sello del absurdo. La estructura, como he dicho parece sacada de un taller literario. Quizá el único lugar que transita el absurdo es ese clima que la autora conduce de  veintisiete grados bajo cero a una fina lluvia. En definitiva una obra correcta de apenas ciento veinte páginas que con las opiniones que suscita sugiere muchas preguntas acerca de la utilidad de escribir sobre obras ajenas, tal y como yo mismo hago en este blog.





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