domingo, 15 de diciembre de 2019

La ciudad y los perros, Mario Vargas Llosa




      Siempre he creído que la primera novela de un autor tiene una pátina especial. El tortuoso camino plagado de rechazos y dudas convierte muchas veces la publicación en un milagro y deja la eterna pregunta sobre todas aquellas obras olvidadas en un cajón que pudieron tener un destino distinto, quizá brillante. Un universo de obras desaparecidas, de talentos literarios no consumados, de azar delirante. De este periplo no escapó La ciudad y los perros, novela premiada y de éxito casi inmediato, que se considera un hito dentro del fenómeno literario conocido como boom latinoamericano, pero que fue rechazada y vio la luz gracias a la insistencia creadora del autor y a la figura de Carlos Barral, que propició su publicación en la España de la censura en 1963. Con un azar cruel o con un ánimo tendente al abandono la obra se habría olvidado y Vargas Llosa puede que fuera un ser anónimo con una vida dedicada a una profesión anodina al cuidado de su familia. Habría sido una lástima porque se trata de una obra meritoria para la edad con la que contaba el autor, con algo más de veinte años, y que décadas más tarde goza de vigencia, algo nada sencillo.