martes, 3 de marzo de 2015

Pisando los talones, Henning Mankell




De vez en cuando es inevitable, por cualquier motivo y sin poder presentar una excusa plausible, caer en las tupidas redes de la novela negra. Sin darte cuenta acabas frente a un grueso volumen siguiendo las indagaciones de un policía de métodos poco ortodoxos que se esfuerza por descifrar un truculento crimen. No hay duda de que el asesinato siempre se ha antojado una mina de oro y la novela negra se sirve de este filón para, con los matices propios del género, atrapar al lector. La intriga y la expectativa por resolver el rompecabezas son como la miel para las moscas. Si el protagonista tiene chicha, la trama no es muy descabellada y los cabos que quedan sueltos acaban atándose sin forzar demasiado, el libro suele funcionar.