lunes, 3 de octubre de 2022

Serotonina, Michel Houllebecq



Houllebecq es el de siempre, aquel de Ampliación del campo de batallaPlataforma o Las partículas elementales. Un tío que no escribe particularmente bien, que en Serotonina no configura siquiera una historia, mucho menos una trama y que se limita a epatar, a ser políticamente incorrecto. Algunas veces, muchas, solo lanza mierda contra el lector, que si sabe guarecerse llega a disfrutar del vuelo de perdigonazos, pero que puede cansarse a la primera hoja. Houllebecq sigue siendo él, no hay muchos más como él y desde luego sabe tocar la tecla para incomodar con toda clase de anécdotas que muestran las fisuras o quizá más bien grietas, de la clase media europea. Lo que Ford o Roth hacen con lenguaje y sutileza, Houllebecq lo hace mediante un pedo supersónico a última hora de la tarde. Está claro que me ha contagiado su escritura y delirio.