Pureza entra dentro de un
tipo de libros que denomino big seller, aunque esta acepción inventada denote
una falta de imaginación preocupante por mi parte. Son obras impecables desde el
punto de vista técnico, en estructura y forma, escritas por autores de reconocida
trayectoria y mucha experiencia que por su nombre atraen a un público exigente aunque minoritario. Obras bien escritas, que
globalmente venden un buen pellizco de libros, pero que se olvidan pronto. Por
poner algún ejemplo de big seller, se me ocurren muchos de los libros de la
última etapa de Paul Auster o algunos de Murakami como After Dark. Autores con buenas obras,
reflejo de momentos de claridad, que por la necesidad de seguir publicando han
continuado con títulos muy menores que apuntan a cierto estancamiento. Pureza
tiene la ambición de sus 697 páginas y del nombre de Franzen, pero parece más
fruto de un afán editorial en el que sobra profesionalidad literaria al
servicio de una historia a la que le falta frescura.