La literatura, por mucho que nos apasione
negarla, permite rescatar del olvido todo eso sobre lo que la mirada
contemporánea, cada día más inmoral, pretende deslizarse con la más absoluta
indiferencia.
Esta cita de
Enrique Vila-Matas rescatada del libro Bartleby
y compañía me parece apropiada para Un
puente sobre el Drina. Una novela escrita en 1945 con una estructura
convencional y una forma que en ocasiones se antoja algo anticuada, pero que resulta
relevante por el testimonio que aporta acerca de la tensa y violenta
convivencia entre pueblos en la controvertida región de los Balcanes. En
concreto, la novela narra el devenir del pueblo bosnio de Vichegrado desde la
construcción del puente a finales del siglo XVI hasta el comienzo de la Primera
Guerra Mundial. Un puente construido por los otomanos en una zona que con el
paso del tiempo pasaría a formar parte del imperio austro-húngaro. Una
transición desde el mundo musulmán hasta el cristiano en una localidad en la
que conviven todas las religiones posibles con las implicaciones que conlleva.