martes, 10 de octubre de 2017

Lolita, Vladimir Nabokov



Poco puedo escribir sobre Lolita que no se haya dicho ya, pero como siempre intento comentar el libro de turno no desistiré de aportar algo, aunque manido, de la obra de Nabokov. De inició diré que Lolita debe ser de lectura obligada para aquellos que deseen visitar todos los rincones literarios porque su autor es un tren obligado y esta obra, sin lugar a dudas, su parada más reconocida. Aconsejo también leer algo de la vida de este ruso emigrado joven a Estados Unidos que se educó en tres lenguas —francés, ruso e inglés— y que con empeño y trabajo transformó lo que en era un relato en una novela de tema controvertido y forma arriesgada.

¿Quién no conoce Lolita? Tal fue su impacto que nos ha legado un término en el diccionario: adolescente seductora y provocativa. Está claro que cuando una obra traspasa de este modo la barrera de la ficción y se fija en la tan anodina como desesperanzadora realidad no se puede negar su trascendencia. El argumento es de sobra conocido y la trama nada intrincada. Humbert, un hombre maduro, que siempre ha tenido una atracción por lo que denomina nínfulas —niñas  cercanas a la adolescencia—  se enamora de la hija de la dueña de la casa que visita casualmente. Tal es la pulsión interna que sufre que alquila una habitación en esa misma casa sin otra ocupación que la observación y el deleite. Entabla una relación con la dueña que acaba en matrimonio y tras la muerte de esta se fuga con Lolita. Entre ambos se establece una relación consentida y enfermiza que como no es de otra manera erosiona al hombre. Viajan por el país, se establecen en una pequeña ciudad, vuelven a la carretera y al final… Obviamente el final no es muy dulce.  Sin embargo, más allá de la historia y de la polémica por mostrar la relación entre una niña, por muy cercana a la adolescencia que esté, y un hombre maduro, la verdadera complejidad reside en la estructura y la forma.
Toda la obra corresponde al testimonio escrito del protagonista desde la cárcel. Nabokov sabe jugar muy bien con el testimonio, su introducción, la información que aporta y la que omite. La narración en primera persona en retrospectiva esta trufada de digresiones e impresiones marcadas por la pasión vivida y por esa tendencia amorosa impropia y conflictiva.  La obra comienza con un realismo digerible pero evoluciona a una mayor confusión a medida que la mente del personaje se enreda. Nabokov despliega un lenguaje propio y complejo — atención a la traducción—que incide en el circunloquio, sobre todo en el último tercio de la novela donde el repertorio formal es variado e incluye algún poema. Ciertamente se produce un acercamiento al caos interno de Humbert que desasosiega al lector hasta un final en que Lolita se desvanece y la locura embarga definitivamente al protagonista.
Cabe mencionar que aunque es una novela de enorme carga sensual no resulta explícita en las escenas. También apuntar, a título personal, que el primer párrafo del testimonio de Humbert es uno de los mejores que se han escrito.
“Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo-Li-Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario