En Ébano
el periodista polaco Ryszard Kapuściński (1932-2007) aprovecha toda la
experiencia de su época como corresponsal en África, principalmente en las
décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, para componer una obra que
consta de veintinueve relatos de índole variada pero con el gran denominador
común del continente africano. El momento histórico de sus vivencias
corresponde a la descolonización de muchos países y al subsiguiente inicio de
conflictos armados, algunos muy violentos, cuyos ecos y consecuencias colean hoy
en día. Sin embargo, la obra va más allá de estos acontecimientos y conforma
una imagen completa de África, no solo con su historia trágica e injusta, sino
con sus gentes, costumbres y paisajes. Para ello emplea una variada colección
de anécdotas, cada una con un tinte concreto —cultural, político, histórico o
simplemente personal—, en las que el lector camina junto al periodista en su periplo por multitud de
lugares, cada cual más agreste, peligroso o asfixiante.
Al fin y al
cabo, un continente con diez mil grupos en forma de clanes que quedó
simplificado a apenas cincuenta países tiene mucho que decir. Muchas de las
personas que aparecen en el libro son habitantes de ciudades levantadas de la
nada y con nada en busca de algo mejor, nómadas que recorren el desierto o
pobladores de remotas aldeas en una jungla inaccesible. Pero además de sus
gentes hay mucho más, desde el calor
que cae a plomo y emana de los tejados de chapa de precarias construcciones a
la malaria con sus fiebres y temblores. Todo ello es África —no todo va a ser
la canción de Shakira—. En ocasiones los
relatos conducen a situaciones límite que parecen cercanas a la muerte como una
inoportuna avería en medio del desierto o una escapada sin rumbo por el Índico
en plena tormenta y con el riesgo de recibir algún balazo. Pero hablar de riesgo
es hacerlo de todas aquellas guerras de aparente baja intensidad que dejaron
miles de muertos y algunos nombres que no se borran del imaginario popular por
la penosa huella que dejaron. Kapuściński nos presenta los
elementos del conjunto mediante una escritura clara y desnuda, descripciones
precisas que permiten visualizar cada hecho o sensación y un modo de narrar con
opinión pero sin sesgo, lo que contribuye a una gran cercanía con el lector que
sin duda atiende hoja tras hoja a cada relato.
La explicación de historias violentas como la Uganda de Idi Amín, la
Ruanda de hutus y tutsis o la Liberia de los señores de la guerra es simplemente reveladora y su impacto
inevitable. Sin embargo, cuando se concluye la novela aparte de estas historias
de infausto recuerdo permanece la idea del “africano”, un concepto tremendamente
abigarrado y muy distante del hombre blanco europeo. Precisamente alguien
podría quejarse de que este libro ofrece una visión de África a través de los
ojos de un blanco, pero el testimonio de Kapuściński abarca tal cantidad de lugares, momentos y personas que se
hace único. Pudo morir de malaria, quizá después de un asalto o por un
accidente en cualquier intransitable carretera, pero sobrevivió y por fortuna nos
legó esta obra tan valiosa.
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