La verdad es que la novela de
Millhauser me ha decepcionado como no lo había hecho un libro en tiempo. Quizá
porque la obra y el protagonista prometen y
al final el despropósito es tal que parece que parece que el libro va a salir
volando como si se tratara de un cohete. Está claro que el sueño americano se
transforma en una pesadilla, pero de las de sudores fríos. Hay que recordar que
este libro recibió el premio Pulitzer en 1997 y está avalado por la crítica en
general, pero esto no hace más que confirmar que en la literatura los premios son meras anécdotas.
Martin Dressler. Historia de un soñador americano empieza bien, con
un planteamiento medido y un personaje que despierta la curiosidad del lector.
Concretamente un niño que vive en el
Nueva York de finales del siglo XIX. Ese hijo de un tabaquero comienza poco a
poco, con su esfuerzo y su capacidad para atraer a las personas, a saltar de un
trabajo a otro hasta que cuando no es más que un incipiente veinteañero abre su
primer restaurante. Esta parte en la que se combina la evolución del niño con
el crecimiento de una ciudad que es un hervidero está bien diseñada, con un
ritmo adecuado y solo chirrían algunas descripciones. Un primer cuarto de
novela interesante.
Luego la historia se tuerce con
la sutileza con la que llega cualquier desastre repentino. El protagonista
conoce a una madre y sus dos hijas con las que entabla una amistad y finalmente
una de las hijas acaba atrayendo la atención de Martin. El foco de la historia
se desvía hacia la relación de este cuarteto, pero se mantiene algo de interés,
a pesar de la frialdad de los personajes y las cada vez más repetitivas
descripciones. Sin embargo, pasado el
ecuador de la novela el libro se centra en la ambición de Martin por construir
extravagantes edificios mezcla de hotel y parque temático de comienzos del
siglo XX. El autor se dedica en el último tercio del libro a describir con todo
lujo de detalles estos edificios lo que resulta un artificio inútil que no
aporta nada a la historia ni a los protagonistas. Martin se casa, sufre a su
manera la frustración de proyectos inacabados o mal entendidos y fin de la
novela.
Uno podría decir que este libro
es una muestra de la enajenación del capitalismo y la extrema ambición que
consume a un protagonista cuyo sueño es de una voracidad imposible de
satisfacer lo que le lleva a la frustración, a un matrimonio frío y a una soledad
insoportable, pero no se puede dar trascendencia gratuita a una obra. Es como
si te ponen un lienzo en blanco para que lo pintes tú y el mérito se lo lleve al pintor
fantasma. Los personajes no están bien definidos y carecen de hondura, y la
evolución del personaje hasta su transformación final no se muestra ni se
explica. La historia resulta gélida y no se puede hablar de crítica al
capitalismo porque la ambición de Martin no es riqueza o poder sino una forma
de trascendencia particular. El autor desbarra con unas descripciones basadas
en largas y tediosas enumeraciones que tienen su cenit en el segundo edificio descomunal
que construye Martin al final de la novela. En esta última parte, la
verosimilitud de la historia se tambalea con escenas grotescas: lagunas en el
interior de edificios, bosques en sotanos y toda suerte de ocurrencias. Punto y aparte para la mujer de Martin de la
que no conocemos nada a lo largo de la novela porque no emite sonido alguno y
permanece como un enigma.
¿El sueño americano? Para mí ese
sueño americano resquebrajado está mejor representado en Me casé con un comunista de Philip Roth, El periodista deportivo de Richard Ford, El hombre del traje gris de Sloan Wilson o por supuesto, la compleja y extraordinaria Manhattan Transfer de John Dos Passos. Martin Dressler. Historia de un soñador americano genera más
desconcierto que otra cosa. A veces lo que no se muestra o no se cuenta resuena en
la cabeza del lector y tiene un efecto multiplicador en la intensidad de la
historia. Otras veces el vacío, es solo eso, vacío.
Me encanta la comparación del lienzo en blanco...resulta muy esclarecedora. He tenido esa sensación con otros libros y con lo que no son libros.
ResponderEliminarGracias por las otras recomendaciones.
A veces se da más color del merecido a las historias. Los libros del final del párrafo tienen más profundidad a mi juicio.
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