Sentado en un banco observas la corriente
uniforme que se desplaza a primera hora hacia la maraña de edificios de
oficinas. El hormigueo incesante, los rostros abotargados, las miradas al suelo
mientras el cielo clarea en un amanecer esquivo. Tiempo después, sin desearlo
siquiera y sin haberte dado cuenta, formas parte de esa corriente. No te
acuerdas del banco desde el que mirabas porque tienes otras cosas en la cabeza:
preocupaciones, compromisos y planes, muchos planes. Te has convertido en otro
anodino y respetado hombre con un recién estrenado traje gris a la espera de un
futuro mejor. Sin embargo, una duda repentina puede hacer que todo tu mundo se tambalee.
Este primer párrafo representa
una adaptación por mi parte de una escena de
El hombre del traje gris (1955) y centra a mi modo de entender gran parte de lo
que transmite la novela. Tom ama a Betsy y a sus tres hijos, comparte la
ilusión de su esposa de mudarse a una casa acorde con lo que desearon años
atrás y además conseguir un empleo con mejor sueldo. Con aplomo, seriedad y sentido
común guía el curso de su vida. Un inesperado encuentro con un ascensorista, el cambio de empleo soñado y la muerte de su abuela, con la que mantenía un
estrecho lazo, agitan su vida y permiten
que la duda surja en forma de recuerdos y preguntas sin respuesta. Entre los
recuerdos que afloran en plena vida segura y anodina el combate como paracaidista en la Segunda Guerra Mundial y una
relación amorosa tan fugaz como intensa que sucedió durante la guerra. Entonces comenzara una lucha acuciado por su pasado, ahogado por su
presente, subyugado por el amor hacia su familia y las dudas sobre esa vida
mejor y esos sueños que lo han impulsado a un lugar al que ni siquiera
sabía si quería ir.
El hombre del traje gris es más de medio siglo después una novela
tan actual como si acabara de ser escrita. El mundo de Tom Rath apenas difiere
del de muchas otras personas que habitan hoy en día las ciudades del mundo
desarrollado, esas clases medias autocomplacientes, acomodadas, pero también
ciertamente frustradas. Personas que han hecho todo lo que se suponía debían
hacer y una vez alcanzado ese punto envuelto de un bienestar abrumador sienten
el vacío bajo los pies. Vidas soportadas por los compromisos económicos y
familiares que apenas permiten un momento para pensar. Tom Rath se permite una
reflexión y con ello lleva al lector a plantearse preguntas que tienen tanto
que ver con la sociedad como con el individuo.
Simplemente recomendaría la
lectura de esta novela, best seller en los años 50 y que tuvo una adaptación
cinematográfica protagonizada por Gregory Peck. Hay una edición con una
traducción moderna de Libros del Asteroide que probablemente se adapta mucho
mejor que la antigua, creo que de Bruguera, bastante arcaica.
El primer párrafo es espeluznante por lo identificado que me ha hecho sentir. ¿Cómo gente tan alejada en el tiempo y el espacio pueden coincidir sus emociones? ¿Puede ser que no seamos tan distintos como queremos creernos? Deseo leer este libro pero me aterran sus consecuencias.
ResponderEliminarHan pasado décadas desde la publicación y sin embargo lo que transmite la historia sigue vigente. No importan los avances tecnológicos porque al final la fibra de la que estamos hechos es la misma y el contexto del mundo occidental no ha variado tanto. Una buena novela.
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