martes, 20 de enero de 2015

1280 almas, Jim Thompson





Nick Corey es el sheriff de un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos con 1280 almas a las que proteger. Sin embargo, es un guardián de la ley perezoso y corrupto que bajo una apariencia simplona esconde una mente artera e inteligente, propia de un sociópata, que no duda en recurrir a cualquier estrategia para cumplir sus propósitos. Estos pueden ser conservar su puesto tras las próximas elecciones a sheriff o mantener viva la llama de sus compulsivos escarceos amorosos. Sus tretas y manipulaciones se suceden y no siente el menor remordimiento ante sus actos aunque el asesinato sea, en ocasiones, su última consecuencia.  Precisamente es la dualidad que ofrece el personaje, la diferencia entre lo que muestra a los demás y lo que realmente esconde, el mayor atractivo de la historia.

1280 almas (1964) es una novela breve, narrada en primera persona por el protagonista con su propio lenguaje lo que incluye frecuentes expresiones malsonantes y tacos.  He leído que la traducción de la versión original resulta harto complicada por el lenguaje en jerga utilizado en la novela. Abundan los diálogos y los personajes secundarios, cada cual más peculiar. El ambiente recreado por el autor ofrece la visión muchas veces mostrada de un pequeño pueblo del sur de Estados Unidos con segregación racial y unos habitantes ariscos y propensos a la gresca de cualquier tipo.  El argumento de Thompson está bien trazado como una línea de acontecimientos que se suceden en un presente —hay escasos saltos al pasado— que se enreda hasta tal punto que parece que el sheriff caerá en su propia red. Pero Corey es un funambulista bien entrenado y se zafa de la caída para emprender de nuevo una pirueta todavía más enrevesada. Una auténtica locura.

Aunque hay grandes diferencias, la novela me ha recordado al western apocalíptico de Cormac Mcarthy Meridiano de sangre, probablemente por la desolación y violencia de ambas, aunque la obra de Thompson deja lugar a cierta hilaridad. 1280 almas es una buena novela, cuyo punto fuerte es la narración y la desquiciante psicología de Nick Corey con algunas escenas magníficamente planteadas y unos personajes de moral acorde con la historia. Parece que el padre de Thomson también era un sheriff de dudosa reputación. El único inconveniente que encuentro consiste en que en la narración se omiten deliberadamente datos que se descubren en la parte final. Corey no tiene incoveniente durante la historia en deslizar sus planes con lo que esta omisión viene de la mano del autor con la intención de servir un final más atractivo y sostener la trama durante la historia. De todos modos, prefiero que el lector lea y juzgue con su propio criterio este punto. A pesar de lo que acabo de mencionar, 1280 almas es una obra única y peculiar, de lectura recomendable aunque no apta para almas cándidas.

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