martes, 9 de diciembre de 2014

Calle de las Tiendas Oscuras, Patrick Modiano



Calle de las Tiendas Oscuras se centra en el denodado intento de Guy Roland por recuperar su pasado. Hace ocho años perdió completamente la memoria y no recuerda absolutamente nada de su vida anterior. Incluso su propio nombre es una invención que le permite afrontar el día a día como una persona con una identidad aunque esta sea falsa. Casualmente ha trabajado estos años en una agencia de detectives pero durante este tiempo no ha conseguido indicio alguno acerca de su pasado ni del acontecimiento que desencadenó su fatal pérdida de memoria.  Sin embargo, una pista aparece y no dudará en iniciar una búsqueda que le conducirá a través de un curioso rosario de personajes y lugares con la esperanza de componer un rompecabezas al que le faltan la mayoría de las piezas.

Hay que reconocer que el planteamiento de la obra genera suspense en el lector. Cada encuentro con un personaje a priori relevante, cada atisbo de recuperar esa identidad desvanecida implica expectativa y atención. La novela está escrita en una prosa sencilla y nada recargada que transmite perfectamente un ambiente neblinoso que casa bien con la propia historia y con la incierta personalidad del protagonista. La trama se desenreda poco a poco y el lector asiste a un desalentador y parcial proceso de reconstrucción del pasado de un personaje del que parece que nunca llegamos a saber nada en concreto. 

Sin embargo, bajo mi punto de vista, la novela adolece de falta de verosimilitud en algunos pasajes y en la propia figura del protagonista. Este deja escapar a personajes relevantes sin formular preguntas cuando se supone que su objetivo es buscar cualquier información útil sobre su pasado. Dicho de otro modo, para mantener el suspense de la historia deja escapar incomprensiblemente ocasiones de oro. Algunos encuentros casuales, como es el caso del que se da con el jockey Widmer parecen forzados y metidos con calzador. Además, el último tercio del libro, con la repentina clarividencia del protagonista, contrasta con el negro absoluto con el que comienza la novela: de la más absoluta y hermética oscuridad surge el recuerdo. Realmente la historia da mucho juego con la importancia del pasado y la identidad, pero el desarrollo chirría. Esta apreciación depende de cada lector. Por otro lado, llama la atención el cambio de narrador de primera persona a tercera en algunos episodios durante la última parte del libro.

En definitiva, Calle de las Tiendas Oscuras es una novela breve que se lee con soltura. Una historia brumosa y amarga que falla en el armazón de la propia historia pero que no debió parecer lo mismo a los que decidieron otorgarle el prestigioso premio Goncourt.

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