miércoles, 26 de noviembre de 2014

Mantícora, Robertson Davies




Mantícora es el segundo libro de la trilogía de Deptford escrita por el canadiense Robertson Davies. Hace unos meses comenté en este blog la primera obra, El quinto en discordia, que tenía como protagonista al excéntrico Dunstan Ramsay. En este segundo libro el personaje principal es el también peculiar Boy Staunton, aunque su vida nos llegue a través de las palabras de su hijo David.

Tras perder a su padre en extrañas circunstancias, David Staunton sufre una profunda crisis. Una noche mientras asiste a una actuación en el teatro interrumpe el espectáculo a voz en cuello y huye a toda velocidad escaleras abajo para no ser reconocido por la muchedumbre. La muerte de su padre, una figura muy relevante en la ciudad de Toronto e incluso en toda Canadá, ha supuesto una marejada que zarandea su razón. Con el paso de los años se ha convertido en un prestigioso abogado, pagado de sí mismo y con una clara conciencia de clase alta, pero no lo suficientemente ingenuo como para obviar que algo no funciona. Antes de que sus pequeños desvaríos tomen la forma de serios problemas viaja a Zurich para comenzar una terapia psiquiátrica que ayude a restablecer su cordura. Desconfía del tipo de ayuda y del formato, pero empujado a regañadientes por sí mismo acaba frente a la doctora Von Haller. Desde este punto la novela desgrana la vida de David, su interacción con el mundo desde su infancia y juventud y sobre todo la tortuosa y reverencial relación que mantuvo con su padre. Porque aunque el protagonista de esta novela sea David Stauton, su testimonio a base de conversaciones con la doctora o anotaciones de las sesiones sirven para dibujar con trazo visible la figura del ambicioso, controvertido, egoísta y muy rico, Boy Staunton, ese personaje salido de la pequeña localidad de Deptford, origen también de Dunstan Ramsay, protagonista del primer libro de la saga.

Davies utiliza la figura de la doctora como interlocutor necesario para guiar un monólogo enmascarado del protagonista.  La historia está en escrita en primera persona narrada por el propio David Staunton lo que aporta cercanía al personaje y a los hechos vividos, aunque la mayor parte de ellos surjan del diálogo mantenido entre doctora y paciente. Además de la relación paterno-filial son varios los temas que aparecen durante el tratamiento como es el caso de la curiosa interpretación del sexo por parte del paciente.  A medida que la terapia avanza parece que el implacable abogado cede un poco de terreno a los sentimientos y a una reflexión más coherente. A pesar de que soy cauto ante los circunloquios y reflexiones, más si se amparan en un contexto psicológico, he de decir que la obra funciona. Davies es un escritor que cuenta más que muestra y la estructura de esta novela no da lugar a mucha duda sobre esto. Claro que hay ambientes y diálogos y acciones más allá de David Staunton y la doctora, pero el autor se centra en los pensamientos y sentimientos de Staunton, en su mundo interior. Como apunte, decir que Mantícora no debe leerse sin haber empezado el primer libro de la trilogía.  No solo porque sea una continuación de los hechos de la primera novela, sino porque vuelve el foco sobre acontecimientos del primer volumen con un punto de vista y un tratamiento distintos, lo que resulta interesante.
Mantícora es una obra muy recomendable que mantiene el nivel de El quinto en discordia. David Staunton es un personaje difícil como también lo era Dunstan Ramsay, pero la narración no resulta pesada a pesar de que la novela se base en un testimonio apoyado en una terapia entre paciente y psiquiatra. La historia despierta interés y hasta algo de intriga quizá porque Davies dispone de un buen punto de partida, presenta personajes con suficientes aristas y una trama que mantiene la tensión. La última parte del libro otorga un respiro a la terapia y ofrece un cambio de ritmo y un giro sugerente. Si la lectura de El quinto en discordia ha resultado satisfactoria creo que merece la pena continuar con la trilogía de Deptford. En caso opuesto, mejor buscar otra lectura. 

“Los únicos impostores intencionales son aquellos cuya máscara es la de un hombre que no tiene nada que ocultar. Todos tenemos mucho que ocultar, todos hemos de ocultarlo por el bien de nuestra alma.”



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