miércoles, 19 de mayo de 2021

Manual para mujeres de la limpieza, Lucia Berlin

 


En las escuelas de escritura se enseña a los alumnos obras de Chejov o Carver y se les anima a devorar maravillas de Cortázar, Hemingway, Cheever o Bolaño. Este libro de Lucia Berlin, de corte carveriano, aunque con un color particular, merece un hueco entre las lecturas y referentes de aquellos que amarán el relato, soñarán con la novela y nunca dejarán de ser lectores.

El relato corto es un género complejo y respetado, pero con menos adeptos de los que debiera y algo denostado por el gran público.

Manual para mujeres de la limpieza es un imprescindible del género por la calidad de sus cuentos y porque el conjunto se adapta a la perfección al sentido que debe tener un libro de relatos: nada de piezas acumuladas, un hilo común y cierta homogeneidad.  

Ese hilo común no es otro que la vida de la propia escritora donde aparecen difíciles relaciones familiares, su alcoholismo y una vida que alternó cierta holgura económica en su juventud con apreturas económicas en plena adultez. Cuatro hijos, juventud en Chile, trabajo de enfermera de urgencias en la costa oeste. Al final cada relato es redondo, pero a su vez conforma ese cuadro más amplio y una sensación rica y efervescente en la mente del lector. Los escenarios son importantes, como las relaciones, muchas de ellas desastrosas, y las vivencias, por muy simples que sean. El libro es ficción, pero la ficción es la propia autora y al final los párrafos son la eterna lucha del individuo contra la adversidad y sus propias limitaciones, debilidades, frustraciones y fracasos.

Si me hablan de dificultades económicas y alcoholismo me vienen a la cabeza los cuentos de Carver o incluso las historias cortas de Bukowski: realismo sucio. En Berlin no hay metaliteratura, artefactos o pretenciosidad, pero el realismo que ofrece es suyo. Hay muchos matices que la diferencian del resto además de un lenguaje propio y una forma cuidada.

En definitiva, una lectura obligada para los cuentistas que recomiendo a cualquiera y que puede hacerse de forma reposada, relato a relato, sorbo a sorbo. Es bueno disfrutar con un libro aunque las historias sean amargas. Al final la vida, con el prisma del atardecer, también lo es.

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