domingo, 20 de abril de 2014

Pigmeo, Chuck Palahniuk





Chuck Palahniuk es un escritor con un estilo particular y reconocible. Cualquiera que haya leído alguno de sus libros sabe a lo que me refiero. Su escritura es directa y sin contemplaciones, sus personajes extremos, sus temas controvertidos. No hay excesivas connotaciones: la violencia o el sexo se presentan sin adornos, la soledad es aislamiento, la crítica es cortante, su realismo es sucio, pero sobre todo grotesco. Su estilo literario resulta atractivo para un lector determinado. Sin embargo, el que ha leído obras de Palahniuk también sabrá reconocer que aunque el envoltorio sea similar en todas ellas hay grandes diferencias entre una obra importante como El Club de la Lucha u otra extravagante e intrascendente como es el caso de Snuff. Por desgracia, Pigmeo se acerca mucho más a la irrelevancia de esta última.

En la novela unos jóvenes extranjeros procedentes de un país con escaso desarrollo viajan a Estados Unidos para estudiar en el instituto de una anodina población.  Hasta aquí nada extraño salvo por un detalle: todos ellos son terroristas entrenados desde su más tierna infancia para una misión de infiltración y ataque al enemigo capitalista. Entre todos ellos Pigmeo, llamado así por sus hospedadores debido a su corta estatura, es el protagonista. La historia se estructura como un diario en el que cada episodio es una vivencia de Pigmeo, bien sea relacionada con su familia de acogida, el instituto al que acude a diario o un acontecimiento ligado a su arduo entrenamiento en su país de origen. Pigmeo narra en primera persona los acontecimientos, aunque para ello se sitúe como narrador en tercera persona, y lo hace mediante un lenguaje singular que desde la primera línea llama la atención del lector. Este consta de continuos circunloquios para definir objetos que le son desconocidos, apelativos mediante nombres compuestos con los que satiriza a los distintos personajes o un lenguaje metafórico para hacer continuas referencias irónicas. Es un lenguaje robótico y artificial con el que se consigue por si solo trazar y dar forma al protagonista de la historia. Luego el autor añade esas referencias clásicas de sus novelas, muchas de ella a modo de anécdotas, con las que busca un humor cómplice con el lector. Entre ellas aparece el sexo y algunas de sus variantes como el onanismo, la pedofilia o la sodomía, las críticas al modo de vida occidental o al país de procedencia del protagonista. La violencia también tiene un papel importante con algunas muertes truculentas. Sin embargo, la obra es de corte totalmente humorístico gracias a escenas imposibles que en ocasiones llegan a ser desternillantes más por hiperbólicas que por otra cosa. Me quedo con la experiencia de Pigmeo con su amigo Trevor y con un baile en el que Pigmeo es protegido inesperadamente por un manto de pechos femeninos. También secundo que la primera acción terrorista de estos individuos sea la de fecundar al enemigo a toda costa.
 Palahniuk consigue una obra al nivel de Snuff en lo que podía denominarse como una especie de realismo grotesco pajillero que resulta más efectista que otra cosa. Solamente los aficionados al autor, entre los que me encuentro, podemos dejarnos llevar, omitir ciertas preguntas, dejarnos engañar por algunos artificios y digerir la obra. No recomendaría a nadie que no haya leído a Palahniuk que abriera Pigmeo porque hay obras mejores como El club de la lucha o Nana. Cometer semejante osadía puede conducir a dejar de lado otras obras del autor de mayor calado.  Chuck, espero que tu siguiente novela sea más afortunada. 
 Para concluir añado un enlace a una breve entrevista a Palahniuk del programa Pagina 2 acerca de la publicación de Snuff.

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