Me propuse leer El Leviatán
de Joseph Roth impulsado por una recomendación en la red del inefable Enrique
Vila Matas. Me encontré un relato corto de
1934 con una historia sencilla, algo arcaica y con cierto tono de parábola que resulta
muy recomendable. Se lee en apenas una hora así que no creo que represente un
gran riesgo acercarse al texto de Joseph Roth.
El relato nos sitúa a comienzos
del siglo XX en un pequeño pueblo del este de Europa. El protagonista es un
veterano comerciante de corales que adora su mercancía hasta la veneración pero
que curiosamente jamás ha visto el mar. Una cuestión que le carcome ya en su
vejez. De repente, el rígido patrón de su vida, marcado por la tradición judía,
se distorsiona cuando él mismo quiere salvar la anomalía conociendo el mar. Casi
a la vez irrumpe repentinamente una modernidad arrolladora que barré su negocio
y, por ende, su existencia. La necesidad de una adaptación imposible le
conducirá a la traición de sus principios, a los mismos corales. Entonces ya
nada podrá arreglarse.
Me queda la duda
de si Nissen Piczenik, el taciturno protagonista, es solo un paria solitario
entreverado entre su avaricia y una huida pueril. Pero quizá también tenga algo
de soñador tardío destinado al olvido, pero al que la literatura depara un final
lírico y reverberante que cubre la historia de una pátina agridulce. Y como dice Vila Matas, el que traiciona lo más auténtico de sí mismo está perdido.
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