El escenario siempre eterno y
perdurable de la Segunda Guerra Mundial como trasfondo de una historia de
Houdini y héroes de cómic. La fascinación literaria por la barbarie nazi aunque
la estadística de telediario diga que los jóvenes de Europa empiezan a olvidar
el Holocausto. Una historia de exilio y
separación, de Praga a Nueva York, de la persecución europea en Checoslovaquia a
un Manhattan en 1940, reverberante y cosmopolita. Kavalier, el único hijo al que la familia
puede mandar al encuentro de los parientes que habitan fuera de la órbita nazi.
Pero quedará un estigma: el dolor de los que quedan
atrás, su hermano menor, sus padres.
No obstante, conocer a su primo Samuel Klayman cambiará su vida. Ambos comenzarán de modo eléctrico un capítulo de creación compulsiva ligada al emergente mundo del cómic que les conducirá a un triunfo insospechado, fulminante. Crearán héroes y uno de ellos, El Escapista, aniquilará sin compasión a los nazis en las viñetas. Con cada golpe de ficción y con cada dólar ganado Kavalier intentará lo imposible: recuperar de algún modo por insospechado que sea a su familia, y de todos ellos, a su hermano pequeño.
Una historia de ascenso, de huida
hacia delante y de ese intento ímprobo de subvertir la realidad que en algún momento todos deseamos y que cuando necesita de lo imposible fuerza la voluntad hasta
un punto en el que se pierde la cordura. Ni la previsible aparición femenina en
el relato, ni la atención continua de su primo Clay, ni el éxito de su alter ego
en la realidad paralela de viñeta lograrán hacer olvidar por un segundo el inaccesible
lugar en que la sinrazón encadena a sus seres queridos.
La novela es de lectura digerible y sencilla,
aunque por extensa debería leerse a grandes tiradas. Los permanentes temas de
fondo son el escapismo, la tradición judía y el mundo del cómic. Quizá haya
algo demasiado juvenil en la obra, puede que por la edad de los personajes. Algunos hechos pueden ser predecibles. En todo caso lo más atractivo es el mundo que crea
Chabon, tremendamente peculiar, con esa ficción engastada en hechos reales y ese
cóctel de elementos nada desdeñable en el que lo mismo aparece Superman que un gólem
encerrado en un ataúd.
Kavalier descubrirá que aquello que llamamos destino es caprichoso y nada locuaz en los motivos por los que nos embiste. Esto
no se olvida, se vive una y otra vez y por fortuna, o quizá más por desgracia, no depende de que lo repitan en el telediario.
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