La última
copa es un ensayo sobre el alcohol, pero centrado en la sobriedad. No es
una obra sobre el camino hasta la última copa sino sobre la difícil tarea de mantener
la abstinencia. Interesante para aquel que acabe de abandonar la bebida o que
piense que está rebasando cierto límite. Quizá no tanto para bebedores
convencidos o para aquellos con dudas. Tampoco para los que ansíen encontrar
una sucesión de anécdotas alcohólicas bukowskianas con rumbo a la destrucción,
posterior epifanía y salvación. Un ensayo muy crítico
con el universo del alcohol y su complacencia circundante. Un alegato que fácilmente puede ser tildado de puritano, según reconoce el
autor en varios tramos del texto, pero que en todo caso encaja con su
experiencia vital.
La adicción al alcohol es un tema atractivo, hasta apasionante, pero también tratado hasta la saciedad. ¿Cuánto se ha escrito? No hace falta responder. Por este motivo, la perspectiva del autor, que huye de anécdotas de bar y se centra en la sobriedad, parece apropiada. Sin embargo, no evita que el texto tenga problemas. Por un lado, no hacen falta a estas alturas tantas estadísticas y artículos científicos para argumentar los perjuicios del alcohol. El empeño en incidir en datos y números junto con la selección de los detalles vitales narrados, distantes y hasta algo superficiales, restan frescura al texto. Resulta comprensible que el autor no quiera convertir el ensayo en un rosario de excesos y humillaciones, que para eso hay literatura de sobra, pero parece como si quisiera protegerse de su pasado. La consecuencia es que el lector se aleja a lo que hay que añadir que el texto resulta repetitivo.
Aunque en definitiva no hay una
lectura fluida, el texto permite cierta reflexión y no esconde el dolor de una
experiencia cercana al abismo. La imagen equivocada y arcaica del alcohólico, los
aspectos más oscuros sobre la dependencia, el alcoholismo como enfermedad o el
papel permisivo de la sociedad aparecen como temas necesarios. Se hace muy
cercana la incomprensión y el injusto estigma que padecen los alcohólicos y
queda patente la imagen distorsionada sobre esa bravuconería consentida de la
borrachera como nexo social. Si el texto permite al lector detenerse y pensar quizá merece la pena obviar los defectos. Al final, detrás de
ese afán analítico de Schreiber hay miedo a la destrucción y
un esfuerzo enconado por salir adelante. Quizá el mejor resumen para este libro sea precisamente la tarea de hacernos entender que abstemio significa curación y no en enfermedad.
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