Cuando llega la luz es una novela de
trama sin más intención que captar la atención del lector mediante una intriga a
la que se añade la tensión por el curso de los acontecimientos. Sin embargo, el
suspense no compensa un relato plano y una trama resuelta de un modo tan
inopinado que sorprende viniendo una escritora experimentada. Aunque esta obra
es la continuación de Lo que esconde tu
nombre, novela premiada con el Nadal en 2010, puede leerse de modo
independiente sin necesidad de acudir al volumen anterior.
La historia la
protagonizan una madre primeriza y un jubilado ex prisionero de un campo de
concentración nazi. Los dos coincidirán en un pueblo costero del mediterráneo
español y se unirán para hostigar a una red de antiguos nazis que lograron
escapar tras la guerra y que ahora se apoyan en elementos más jóvenes para
continuar con aquello de la raza aria desde su retiro en una residencia de
ancianos. Algunas recientes muertes misteriosas indican que la red esconde un
secreto que podría hacer tambalear su estructura y el tándem formado por tan
extraña pareja pondrá todo su empeño en descubrirlo. En cuanto la red nota la
presencia de los protagonistas comenzará un lógico acoso por defenderse.
La intriga no
genera gran expectación por el énfasis continuo que la narradora en subrayar
que el misterio que esconde la red debe ser algo excepcional. Parece como
cuando te intentan vender algo que de tan bueno suena a trile. En cuanto a la
tensión por el juego del gato y el ratón entre unos y otros se choca con la
incoherencia de los personajes en sus decisiones que parecen más destinadas a
enredar la trama que a actuar por lógica. Además la red nazi no genera mucha
inquietud con sus miembros cerca de irse al otro barrio. Pero el problema principal proviene de una
resolución de la trama tan increíble que parece próxima a esa figura del deus ex machina en que un elemento
cualquiera interviene y resuelve la historia —ese rayo que cae, mata al
protagonista y fin del cuento—. Aunque se podría entrar en ese debate que dice que
la vida no tiene trama y que es precisamente la literatura la que se la pone,
cosa en la que estoy de acuerdo, la gracia de esta novela de Clara Sánchez
estaba en que se cerrara el círculo con algo de sentido. Porque después de
seguir las idas y venidas en moto de los protagonistas y de nadar en las aguas
de una narrativa de best seller, uno
espera un cierre digno y no que una parte relevante de la historia acabe con la
intervención casual de un personaje secundario.
Una novela tan
convencional como prescindible, escrita de manera correcta y con una estructura
sencilla, pero cuyos elementos principales, consistentes en la trama y la
tensión, naufragan sin remedio.
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