domingo, 12 de marzo de 2017

Sostiene Pereira, Antonio Tabucchi





Sostiene Pereira es una gran novela que por su brevedad parece que se desliza entre los dedos y por su calidad se hace tan exigua como todo aquello que queremos retener durante mucho tiempo. Una obra sencilla en la que no parece sobrar una palabra. Tabucchi la escribió en dos meses febriles que desde luego resultaron tan productivos como envidiables para cualquiera que quiera ejercer el oficio de escritor. Nos legó un personaje tan mítico como Pereira, a pesar de que solo hayan pasado veinte años desde que publicara la obra, y también un marco incomparable: Portugal y, ante todo, la ciudad de Lisboa.  

El protagonista es Pereira, un hombre maduro encargado de la página cultural de un periódico pequeño de importancia nimia. Un hombre viudo, solitario y anodino. El escenario es una Lisboa tórrida de agosto en plena dictadura salazarista en 1938 mientras a poca distancia de allí los españoles nos volamos los sesos y Europa aguarda una guerra que a base de destrucción lo cambió todo. El argumento gira en torno a un joven que Pereira contrata para que haga una suerte de necrológicas de autores en su periódico. Un chico que parece algo ingenuo y un poco enamorado, pero que estará envuelto en un movimiento político poco adecuado para los tiempos que corren en su país. Pereira, paulatinamente, sin salir de esa cotidianidad a la que ayuda la canícula, se involucrará en la vida de ese joven y lo ayudará sin saber que transita un camino insospechado e incierto que le conducirá, incluso a una edad madura, a la incertidumbre del cambio.

La repetición de la forma “Sostiene Pereira” que emplea el narrador para contar la historia se convierte en un bien necesario e inolvidable. Como si un tercero releyera la declaración de Pereira para incidir en cada uno de los detalles de la historia. A veces parece el texto leído por un policía o un abogado, pero es el narrador el que, con detalle, cuenta todo lo que sucedió. La historia discurre como esa calurosa Lisboa, pero la tensión crece y los interrogantes se suceden a medida que la vida del joven se complica y Pereira toma partido en el devenir de los acontecimientos. El lector puede disfrutar de ese cambio en el plano individual, con sus aristas y matices, todo con un lenguaje sencillo y diálogos interesantes. Las escenas con el doctor, sobre todo la de la del balneario al que acude Pereira para cuidar su salud, poseen un punto brillante, por sí mismas y de cara al conjunto de la historia.

Otro punto definitivo para que la obra sea irresistible reside en el escenario. El verano en Lisboa, la vuelta en tren desde Coimbra, el río Tajo contemplado desde un banco, la costa atlántica en verano. En algunos momentos uno también quiere tomarse una tortilla a las finas hierbas en el café Orquídea. Una limonada, pero sin azúcar, para cuidar un poco el peso ¿Por qué no existe un café Orquídea? Todos deberíamos poder tener la oportunidad de poder tomarnos esa tortilla en el café Orquídea y quizá, un día de buen humor, una copa de oporto.

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