lunes, 23 de enero de 2017

El hombre en el castillo, Philip K. Dick




     Philip K. Dick (1928-1982) escribió la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? que inspiró la fantástica película Blade Runner. Parte de su fama proviene de esta circunstancia, pero la verdad es que se considera un reputado escritor de ciencia ficción que en El hombre en el castillo ofrece, según los que saben del género, una de sus mejores obras.

     El hombre en el castillo, publicada en 1962, presenta una realidad alternativa —ucronía— en la que los alemanes y los japoneses han ganado la Segunda Guerra Mundial. El mundo se lo han repartido los ganadores y Estados Unidos, lugar donde se desarrolla la historia, es un país  ocupado. La costa este es nazi y la oeste japonesa. El núcleo del relato se desarrolla en un San Francisco controlado por los japoneses que ejercen de colonizadores mientras que los estadounidenses son un pueblo súbdito. En medio de este panorama varios personajes entrecruzan su existencia en una serie de historias que aúnan conspiración e intriga. Un tendero que se gana la vida con el lucrativo negocio de venta de artículos nativos americanos —objetos de la época de preguerra, nada que ver con los indios. Ahora los nativos son los americanos derrotados—. Un hombre recién despedido de su trabajo que quiere ganarse la vida fabricando joyas que atraigan el interés del adinerado invasor japonés. La exnovia de este último que vive en una zona en las montañas y conoce de modo casual a un camionero. Un alto cargo japonés que espera una reunión con un extraño personaje que viene en cohete desde Berlín. Historias que de antemano se sabe que deberán entrecruzarse y que se desarrollan en un momento en el que ese mundo sufre una gran convulsión porque Martin Bormann, presidente de Alemania, puede morir en cualquier momento. La sucesión se presenta compleja con muchos candidatos entre los que figuran personajes como Goebbels o Heydrich.

    En toda la trama tienen una importancia muy singular dos elementos recurrentes en la vida de los personajes y en la historia. Por un lado un libro ilegal que está causando impacto, llamado La langosta se ha posado, que narra un mundo alternativo en el que los aliados ganaron la guerra —ucronía dentro de la ucronía—. Por otro lado la importancia del I ching o libro de las mutaciones. Para quien no lo conozca es un antiguo texto chino que se utiliza para saber qué decisión tomar ante una duda. Se tiran unas monedas o varillas que conducen a unas líneas de este libro que deben interpretarse para saber qué nos va a deparar el destino. Este libro existe en la vida real y además es bastante popular. Tal es la importancia del I ching en esta obra que el propio Philip K. Dick dice que lo utilizó para escribir la novela. Es decir, que para ver la ruta que debían seguir los personajes empleaba el libro. Estos dos elementos metaliterarios aportan singularidad y algo de resonancia en una historia que comienza bien pero que la verdad es que se enreda hasta un final que puede resultar tan interesante como confuso. En este final muchos han querido ver múltiples interpretaciones pero ciertamente parece, como además dijo su autor, construido mediante el azar del I ching.

    De todos modos, lo que más atrae del libro es ese mundo que presenta el autor. Los alemanes expandiéndose por Marte, el exterminio judío casi consumado, el secado del Mediterráneo para convertirlo en un campo de cultivo, la Italia fascista también ganadora, los cohetes directos de Berlín a San Francisco, la experimentación en África. Cada acontecimiento histórico, batalla o personaje ha seguido derroteros distintos y el mundo es un lugar tan oscuro como distinto. Creo que esto es lo mejor de la novela, mucho más que una historia que resulta convencional.

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