martes, 1 de abril de 2014

Santuario, Edith Wharton


Kate Payton duda sobre su matrimonio tras descubrir un hecho trágico que revela ciertas dobleces en el comportamiento de su prometido. Ella es una joven ingenua, feliz y enamorada que de repente se enfrenta a una realidad que se le antoja insoportable y cuya salida final tras un tormento de dudas es casarse. Sin embargo, acepta el matrimonio no por amor, sino con la secreta intención de salvaguardar a los hijos futuros de los vicios que puedan heredar de su padre. Este es el argumento principal sobre el que estriba la novela de Edith Wharton y que ejerce de fuerza motora para las decisiones e inquietudes de la protagonista.
Una especie de abnegación hacia aquellos que ni siquiera han nacido con la que concluye la primera parte la narración. A continuación transcurre un lapso importante de tiempo, más de veinte años quizá, y comienza la segunda parte de la historia. Kate es ahora una viuda apegada a su hijo, un talentoso arquitecto con el que siempre ha compartido su vida de cerca. Tal y como se prometió lo ha encauzado de modo adecuado para que no se desarrollen en él los vicios que se manifestaron en el pasado en su padre ya muerto. Al igual que en la primera parte de la novela se presenta un conflicto que en este caso pondrá en juego la moral del hijo y que revolverá en el interior de la madre viejos miedos nunca enterrados. 

El principal problema de Santuario reside en su propio argumento, que resulta simplemente enrevesado. La decisión de la protagonista de casarse con su marido para proteger a sus hijos no natos de los vicios que puedan heredar del progenitor es rebuscado, por no decir grotesco. La obra flojea porque el lector no termina de creerse el argumento ni toma en serio a su protagonista.  Desde un comienzo un tanto arremolinado, quizá tanto como la mente de Kate, el lector asiste a una divagación constante que en momentos resulta ajena y en otros un tanto tediosa. No puede negarse que la obra está bien escrita, con una prosa adecuada en la que destacan algunos diálogos como los que mantiene Kate con su suegra o su padre. También hay cierta tensión al final de la historia, pero no basta. Se puede buscar cierta profundidad en temas como la ruptura de la noción del mundo que sufre la protagonista o el constante dilema moral que sobrevuela la obra, pero no es suficiente para mantener cierto interés por la historia.

Esta es una de las primeras obras de Wharton y aunque en ella se aprecian destellos de lo que deslumbrara posteriormente con novelas tan conocidas como Ethan Froome o La edad de la inocencia, no es una novela de altura. Su lectura puede resultar interesante para los amantes de Wharton que ya conozcan la obra de la artista. Me gustaría destacar la cuidada edición de Impedimenta.







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