Kate Payton duda sobre su
matrimonio tras descubrir un hecho trágico que revela ciertas dobleces en el
comportamiento de su prometido. Ella es una joven ingenua, feliz y enamorada
que de repente se enfrenta a una realidad que se le antoja insoportable y cuya
salida final tras un tormento de dudas es casarse. Sin embargo, acepta el
matrimonio no por amor, sino con la secreta intención de salvaguardar a los
hijos futuros de los vicios que puedan heredar de su padre. Este es el
argumento principal sobre el que estriba la novela de Edith Wharton y que
ejerce de fuerza motora para las decisiones e inquietudes de la protagonista.
Una especie de abnegación hacia aquellos que ni siquiera han nacido con la que concluye la primera parte la narración. A continuación transcurre un lapso importante de tiempo, más de veinte años quizá, y comienza la segunda parte de la historia. Kate es ahora una viuda apegada a su hijo, un talentoso arquitecto con el que siempre ha compartido su vida de cerca. Tal y como se prometió lo ha encauzado de modo adecuado para que no se desarrollen en él los vicios que se manifestaron en el pasado en su padre ya muerto. Al igual que en la primera parte de la novela se presenta un conflicto que en este caso pondrá en juego la moral del hijo y que revolverá en el interior de la madre viejos miedos nunca enterrados.
Una especie de abnegación hacia aquellos que ni siquiera han nacido con la que concluye la primera parte la narración. A continuación transcurre un lapso importante de tiempo, más de veinte años quizá, y comienza la segunda parte de la historia. Kate es ahora una viuda apegada a su hijo, un talentoso arquitecto con el que siempre ha compartido su vida de cerca. Tal y como se prometió lo ha encauzado de modo adecuado para que no se desarrollen en él los vicios que se manifestaron en el pasado en su padre ya muerto. Al igual que en la primera parte de la novela se presenta un conflicto que en este caso pondrá en juego la moral del hijo y que revolverá en el interior de la madre viejos miedos nunca enterrados.
El principal problema de
Santuario reside en su propio argumento, que resulta simplemente enrevesado. La
decisión de la protagonista de casarse con su marido para proteger a sus hijos
no natos de los vicios que puedan heredar del progenitor es rebuscado, por no
decir grotesco. La obra flojea porque el lector no termina de creerse el
argumento ni toma en serio a su protagonista. Desde un comienzo un tanto arremolinado, quizá
tanto como la mente de Kate, el lector asiste a una divagación constante que en
momentos resulta ajena y en otros un tanto tediosa. No puede negarse que la
obra está bien escrita, con una prosa adecuada en la que destacan algunos
diálogos como los que mantiene Kate con su suegra o su padre. También hay
cierta tensión al final de la historia, pero no basta. Se puede buscar cierta
profundidad en temas como la ruptura de la noción del mundo que sufre la
protagonista o el constante dilema moral que sobrevuela la obra, pero no es
suficiente para mantener cierto interés por la historia.
Esta es una de las primeras obras
de Wharton y aunque en ella se aprecian destellos de lo que deslumbrara
posteriormente con novelas tan conocidas como Ethan Froome o La edad de la inocencia,
no es una novela de altura. Su lectura puede resultar interesante para los
amantes de Wharton que ya conozcan la obra de la artista. Me gustaría destacar
la cuidada edición de Impedimenta.
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