Dijo Philip Roth que Las hijas de otros hombres, “a su feliz pequeña escala”, fue a los sesenta lo que El gran Gatsby o Las uvas de la ira a sus respectivas décadas. Esta nota aparece en la contraportada de la cuidada edición de Siruela como reclamo para lectores perdidos en busca de guía. Yo me acerqué a la obra por una recomendación de la librería La Lumbre de Madrid, pero he de confirmar las palabras de Roth. Un adepto al realismo y más concretamente a la novela de clase media norteamericana no puede dejar escapar este libro, con la eterna historia de personajes que se pierden en sus inevitables descomposiciones. En Las hijas de otros hombres asistimos al fin de un matrimonio en los que la existencia del protagonista se sale del camino despejado para entrar en una vereda angosta y desconocida.
La trama no es compleja. Merrywether,
un hombre casado con cuatro hijos, científico de Harvard y con una posición tan
confortable como rutinaria, se enamora de una mujer diecisiete años más joven,
una estudiante universitaria. De inmediato sentirá una liberación en todos los
aspectos, emocional y sexual. Luego llegará el divorcio, la consolidación de un
amor difícil que se hace anodino y sobre todo la paralela disolución de una
vida familiar de más de dos décadas para entrar en terreno ignoto. Un tipo
contenido y serio que alejado de la estridencia acabará viendo como su vida
da un vuelco.
¿Por qué es recomendable esta
historia aparentemente mundana? Su sencillez, la escritura contenida o la
ausencia de una moralidad acusadora. Una historia verdadera, evocadora de ambientes y emociones, que no abruma y empapa como una lluvia fina,
imperceptible. Luces y sombras de una existencia, comportamientos infantiles,
el eterno choque entre sexos, la fascinación por la juventud y por supuesto,
amor y ruptura.
La novela realista de Ford,
Updike, Tyler, Salter, Bellow o el propio Roth conforma un género. Sus
personajes son literatura y sus historias nos hablan de decadencia, fracaso y
conflicto, de esa disidencia interior que no acalla y del problema de vidas sin
enfoque que en ocasiones se parecen demasiado a la nuestra. Las hijas de
otros hombres sigue esa línea y no decepcionará a los seguidores de estos
autores.
En un momento dado de la novela Merrywether
dice a Cynthia que un hombre de cierta edad no puede enamorarse de una persona
más joven, que al final todo es una especie de nostalgia. Eso parece suceder mucho a ciertas edades, que erramos por nostalgia.
Gracias por tus aportaciones. Muy interesante todo lo que dices. Me leeré el libro
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