El periodo
estival, con sus olas de calor sin descanso y el inevitable embotamiento mental,
invita a cierto relajo en las lecturas que las orienta hacia vertientes más
livianas. Como mi intención del momento consistía en leer una historia
ambientada en La Habana indagué un poco y encontré apetecible una serie de obras
de Leonardo Padura próximas a la novela negra con un protagonista que acumulaba
muchos rasgos del personaje arquetipo del género.
Escogí La neblina del ayer porque parecía garantizar una Habana en primer plano y tras la lectura puedo decir que la elección fue correcta. El lector queda
impregnado del controvertido y único ambiente de la ciudad caribeña en una historia entretenida, con una trama que aprueba y con un trasfondo
literario e histórico que resulta atractivo.
Un hombre que
se dedica en La Habana de comienzos de milenio a la compra y venta de libros
descubre de manera casual una biblioteca de
calidad inigualable en casa de un par de ancianos, con ejemplares que nunca creía que vería. Con suma
delicadeza consigue un acuerdo justo con los dueños de semejante tesoro que
acceden a su venta acuciados por su propia necesidad. Este hombre, el antiguo policía Mario Conde
—algún español enarcará la ceja con el nombre del protagonista al recordar a
cierto banquero de moral difusa— contacta con su socio en el negocio y
comienzan de manera pausada la compra y venta de volúmenes. Sin embargo, de entre las páginas de un libro de cocina se desliza un antiguo recorte de periódico que anuncia la retirada del mundo de la canción de la bella bolerista Violeta del Río. El mensaje procede de esa Cuba de finales de los cincuenta en que se mezclaban el esplendor de una ciudad
desbordante con las consecuencias de un gobierno corrupto
al servicio de mafiosos. El espíritu del antiguo policía parece emerger en el
protagonista que por puro presentimiento intentará descubrir quién es esa mujer. Como es de suponer la búsqueda implicará
consecuencias imprevisibles.
La neblina del ayer, más allá de los
rasgos de novela negra que presenta, ofrece un cuadro muy interesante de la
ciudad de La Habana y de la sociedad cubana, tanto la situada a comienzos de este
milenio mientras salía de la eterna crisis tras la caída de la Unión Soviética
como la de aquella urbe de juego y vicio de la época de Batista que todavía
puede apreciarse añeja y ruinosa hoy en día. Este contexto
habanero de ron, calamidad y supervivencia, junto con un
protagonista tan áspero como incisivo, resultan lo
más interesante de la novela. Mario Conde responde a ese
investigador con querencia por las palabras gruesas, algunas sentencias sin
posible réplica, el buen comer y el buen beber, pero que mantiene fuertes
convicciones morales en lo referente a la amistad y otros valores denostados
por los que buscan solamente el vil metal. Precisamente su socio Yoyi
representa a ese tipo de negociante con pocos escrúpulos pero que se rinde a la
figura de Conde. A veces la novela atraviesa el terreno del realismo sucio
tanto por los lugares que transita como por el lenguaje que emplean los personajes.
Otras veces, más hacia el final, se centra solo en el misterio. Finalmente
resulta una obra entretenida, bien escrita, con un vocabulario rico, unos
diálogos que más allá de desentrañar quién era la bolerista Violeta del Río
ofrecen siempre reflexiones sobra la vida y la controvertida realidad cubana.
Los libros están muy presentes durante toda la obra porque motivan la búsqueda
y surgen como metáfora de la vida cubana. Hay una anécdota sobre un
bibliotecario que abastecía a Conde de libros que resulta un ejemplo de la
situación de desamparo del país. Los mejores ejemplares, incluso algunos de la
Biblioteca Nacional, vendidos a extranjeros, expoliados para siempre por pura superviviencia.
La novela se
sostiene aunque la resolución al misterio se desvela bastante antes de que el
autor lo muestre lo que propicia que en la parte final el ritmo resulte más
lento. Un
libro que recomendaría a los que viajen a La Habana o a los amantes de la
novela negra con una ambientación urbana, aunque en este caso con matiz
caribeño.
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