En el último
siglo, la literatura ha evolucionado a través de diferentes movimientos y se ha adaptado
a la forma que imponía cada momento histórico o moda reciente. La actualidad
propicia que muchos libros no soporten bien el paso del tiempo y cuando ese
periodo es de más de un siglo, solo perduran aquellos, que por motivos sólidos,
han atravesado ese intrincado túnel hasta el presente. Guerra y paz no solo ha saltado esa barrera infranqueable para casi
todos sino que ha acabado convirtiéndose en uno de los clásicos de la
literatura universal. No puedo diseccionar el argumento o comentar la
estructura porque perdería el tiempo y ya se ha escrito
suficiente al respecto. ¿Qué voy a descubrir? Probablemente nada y después de
un pesado texto concluiría lo obvio: un apasionado lector de novela deberá
guardar un hueco en sus lecturas para esta obra de Tolstoi. Por este motivo, prefiero
aportar unos consejos que permitan escoger ese momento adecuado y despejar
alguna duda si es que existe.
Guerra
y paz es un volumen de casi mil doscientas páginas que versa sobre la Rusia
imperial de comienzos del siglo XIX, con las guerras napoleónicas de fondo, y
está escrita por un ruso. Para alguien que no la conozca quizá esto que acabo de decir resulte poco atractivo, pero ni el grosor, ni el contexto histórico ni la forma en
que está escrito, pueden desanimar al lector. Tampoco la estructura, con saltos
temporales y multitud de personajes, pero lineal en el tiempo.
La realidad
más palpable del libro, la más física, es el grosor. Cualquier edición de
bolsillo es una mera ridiculez ante lo pergeñado por Tolstoi. Un primer consejo
es buscar aquellos momentos en que uno pueda permitirse la lectura de tiradas
largas de páginas porque de lo contrario es imposible empaparse de la historia.
La lectura fluye rápido porque la forma empleada por Tolstoi en la novela no es
cargada ni ampulosa. En cuanto a la temática he de decir que para mí es uno de
los atractivos de la novela, pero cualquier lector que sienta que no va a
integrarse en este contexto histórico ha de rescatar la palabra clásico que va adjunta a la
novela. No importa que estemos en un palacio de San Petersburgo o en los
preparativos de la batalla de Austerlitz. Las inquietudes y reflexiones de los
personajes, las escenas o los sentimientos plasmados, resultan actuales y
frescos.
Otra cosa que
quiero apuntar es que uno no debe asustarse con el número de personajes. Los
hay incluso reales, como el inefable Napoleón. Aunque la historia se centra en
algunos de ellos, ciertamente hay una cantidad abrumadora. El mismo comienzo de
la obra nos sitúa en un salón donde se reúnen personajes de toda índole y desde
esas primeras páginas a veces se puede estar un poco perdido entre tanto
ruso. Desde luego no ayudan los
distintos nombres, sobrenombres y apodos en este idioma, pero hay que tener
paciencia. Al final, en la magnitud de la obra también tiene que ver precisamente esa
inabarcable cantidad de personajes.
Poco más puedo
decir. De hecho, poco he dicho. Un clásico que ofrece representaciones de la
vida misma con escenas memorables, acciones vibrantes, un amor tan inútil como
entrañable y la desolación de la guerra. Solo hay que recordar que la batalla de Borodinó se encuentra entre
las que más muertes ha causado en un solo día en toda la historia. Temas de los
que se ha hablado durante siglos, antes y después de Guerra y paz. Para resumir puede decirse que más que un libro es
una experiencia.
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