Philip Roth es uno de los grandes novelistas
norteamericanos. Aunque eterno candidato al Nobel, este hecho es irrelevante
porque más allá de su fama y reconocimiento hay algo por encima, menos banal y
más tangible: sus novelas. Escritor longevo y prolífico, sus obras son una muestra
de una escritura cuidada, emocional, profunda y en muchos casos, demoledora.
Roth es un excelente narrador, que moldea sus personajes y les proporciona
hondura suficiente para atrapar al lector. La trama de sus novelas se emplaza en
un eje secundario mientras que los personajes, sus acciones y generalmente todo
aquello que los erosiona y en muchas ocasiones, destruye, acuden siempre a
primer plano. En los últimos años, el ya octogenario escritor, ha publicado una
serie de novelas cortas que concentran lo mejor de su prosa: Elegía, Indignación, La humillación y Némesis, por orden cronológico. Antes de desmenuzar La Humillación me gustaría hacer un
paréntesis para recomendar la lectura de Elegía
y Némesis, dos historias de gran calidad
en las que no parece sobrar una sola palabra.
La
humillación representa en tres actos, siguiendo la estructura de una obra
teatral, la vida de un veterano y reconocido actor de teatro, Simon Axler, que
de modo repentino pierde la capacidad de actuar sobre el escenario. Tanto los
espectadores como él mismo perciben la mediocridad de sus interpretaciones con
lo que decide interrumpir abruptamente su carrera. Abandonado por su mujer, finalmente
decide ingresar de modo voluntario en un hospital psiquiátrico. Su descenso a los infiernos parece consumado e
irreversible. Simon, tras dejar el hospital, decide aislarse del mundo y se
recluye en su solitaria casa en el campo, pero de modo también repentino, surge
una luz inesperada en forma de mujer que desata en él deseos que creía
irremediablemente enterrados. Sin embargo, esta novela no trata de segundas
oportunidades sino del proceso de caída irrefrenable de su protagonista. La
obra permite reflexionar sobre la vejez, la trivialidad de la propia existencia
y los logros, la brutalidad de la experiencia y también acerca de la resurrección a
través del deseo y el sexo.
En La humillación Roth va
directamente al grano, tanto con el curso de la historia como con los
personajes y maneja la historia sin engaños ni artificios. Los hechos se
suceden y avanzan hacia un final determinado sin dilación, sin grandes
digresiones, sin excesivas rupturas de la línea temporal. No hay momento para
que el lector tome aire, la obra es un mecha que prende hacia el explosivo que
supone un final chejoviano.
En definitiva, la lectura de La
humillación se antoja muy recomendable. Además se trata de una obra breve que
puede leerse de una sentada. El regusto de la historia es amargo y equiparable
al de las otras novelas cortas mencionadas anteriormente o como otras muchas de
las obras de Roth, como por ejemplo las que componen su trilogía americana,
pero la recompensa merece la pena. Para muchos no es fácil leer sobre el
fracaso, la fatalidad y el dolor, pero no hay nada más cercano que una obra de
Roth para sumergirse en un realismo necesario. ¿Qué sería de Newark sin las
obras de Roth? ¿Qué son los premios frente a una gran novela? ¿Acaso es necesario escoger un momento
adecuado para leer un libro? ¿Se pueden escoger los momentos en tu propia vida?
Para los amantes de la literatura norteamericana de grandes historias,
personajes acorralados y grandes extensiones, recomendaría esta breve joya, con
toda seguridad una de las últimas que nos deja este monstruo de la literatura.
“Pero la gente
solo te decepcionará si trata de convencerte de que no hagas lo que deseas
hacer desde que te despiertas por la mañana y te hace saltar por encima de la
monótona homogeneidad de todo el mundo.”
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