Si hasta ahora no ha habido ninguna reseña de Paul
Auster en este blog se debe a que leí prácticamente todas sus novelas antes de
empezar a comentar libros en la red. También a que sus últimas novelas me
decepcionaron porque parecían surgidas de la sola necesidad de publicar y parecían
prescindibles. El caso es que El país de las últimas cosas o El libro de las ilusiones, o por su
puesto, su Trilogía de Nueva York, son
obras muy recomendables que hace tiempo entusiasmaron a un lector más joven que
el que ahora escribe estas líneas. Está claro que mi relación con Auster se
enfrió, pero la relectura de A salto de
mata ha reavivado la atracción por este autor cuyo magnetismo resulta
innegable. De paso me ha permitido restar importancia a lo que yo consideré
despropósitos literarios como aquel Viajes
por el Scriptorium.
La estructura de A salto de mata es sencilla: relato autobiográfico con una prosa
clara y sencilla en que Auster narra de modo lineal las vicisitudes de sus años
de juventud —universidad, empleos precarios, primer matrimonio, nacimiento de
su hijo—. Un relato que pone de manifiesto la frustración que supuso su denodado
empeño en centrarse en la escritura mientras la propia existencia le recordaba una
y otra vez que debía ganarse el sustento de alguna manera. Quebraderos de
cabeza económicos que alcanzaron cotas elevadas cuando fue padre. Auster
muestra de inicio a un joven orgulloso y constante, pero cada vez más vapuleado,
mediante un texto vívido y edificante, trufado de anécdotas, desde sus
estancias en París, su experiencia como tripulante en un petrolero la
desesperada ilusión de vender un juego de cartas a la industria juguetera para
salir de sus apuros económicos. Intentaba sobrevivir y no abandonar esa
actividad literaria que muchas veces se basaba en traducciones y encargos, pero
su esfuerzo nunca era suficiente. Finalmente, consiguió la publicación de su
primera novela de una manera casual, tardía y por pocos dólares. Un logro, si
puede llamarse así, que según se aprecia en el texto se produjo tras un camino
tortuoso y que supuso una recompensa mínima. De todos modos, lo que importa no
es el logro sino el camino recorrido, sus vivencias y sensaciones ante lo que
acontecía.
La obra debería ser leída por cualquier persona con
curiosidad por descubrir los pasos de escritores. La vida de Auster tiene algo
de apasionante, pero ayuda mucho la conexión que establece la narración con el
lector. Cualquiera que tenga incertidumbre por su destino puede hallar cierta
inspiración en esta crónica de un fracaso precoz, como el mismo Auster quiso
dejar patente en ese segundo título de la obra. Callejones sin salida que no
siempre permiten una vuelta atrás. Tras leer por segunda vez A salto de mata, con una década más a la
espalda, creo que muchas veces se habla de perseverancia cuando realmente nos
referimos a la capacidad de resistir tras ser golpeado, equivocarse y seguir
equivocándose. A veces el destino, después de una y mil palizas, te deja un
tiempo para el camino despejado. Todos, hasta tipos como Paul Auster, han
recibido tundas emocionales, han errado y persistido. Todos al borde de la
derrota. Como debe ser.
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