Un invierno en Sokcho representa un
ejercicio de arquitectura literaria, de uso de escuadra y cartabón para elaborar
un artefacto literario con un resultado aceptable, pero con una estructura mucho más encorsetada de lo
que puede parecer. Se parte de una escritura austera, de líneas cortas carentes
de adjetivación y centrada en las acciones. Una escritura propia del relato
breve que en esta novela se pone al servicio de una narradora en primera persona,
pretendidamente lejano y poco dado a la digresión. Con estos materiales se desarrollan
capítulos cortos sin saltos temporales, de no más de cuatro páginas sobre escenas anodinas de
supermercado, conversaciones breves de la protagonista y cuadros amplios de una
ciudad estival vacía sometida a un invierno inclemente. Un clima frío que contribuye a unas relaciones distantes,
pero con restos emocionales. La configuración parece muy cinematográfica y se puede etiquetar libremente como novela. Finalmente Un invierno en
Sokcho resulta algo sugerente, con cierto aire de postmodernidad
pero también escasamente innovadora y prescindible, lo que hace difícil comprender las muy favorables críticas que ha cosechado
la obra. Me pregunto si aquellos que escriben, premian y toman el nombre de
otros escritores en vano hacen realmente un favor construyendo un relato
paralelo para encumbrar, en este caso, a una obra meritoria para una escritora
de solo veinticuatro años, pero que no pasa de ser una novela correcta.
Como Un invierno en Sokcho ha recibido el premio Robert Walser he meditado sobre el absurdo en esta obra, más allá de la configuración a base de fotogramas y las esponjosas críticas. La historia entre la protagonista y un turista francés que pasa una temporada en la inhóspita Sokcho es poco convencional e incluso críptica, pero no lleva el sello del absurdo. La estructura, como he dicho parece sacada de un taller literario. Quizá el único lugar que transita el absurdo es ese clima que la autora conduce de veintisiete grados bajo cero a una fina
lluvia. En definitiva una obra correcta de apenas ciento veinte páginas que con las opiniones que suscita sugiere muchas preguntas acerca de la utilidad de escribir sobre obras ajenas, tal y como yo mismo hago en este blog.
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