
Las mil hojas de El día del Watusi no son un asunto
cualquiera. Cuando un lector se enfrenta a un volumen de semejante grosor
implora que la obra merezca la pena. No empiezas un libro así sin sopesar el
futuro a medio plazo. Algunos, tras leer unas decenas de páginas, huyen
despavoridos ante la perspectiva de permanecer encadenados durante semanas e
incluso meses a un libro que no les dice mucho. Comento esto porque comencé la novela con ciertas expectativas,
pero a medida que avanzaba pensé en dejarla aparcada. Al final la he terminado más por el impulso de lo que llevaba leido que por una buena razón que despejara las dudas.